Desde que decidí introducirme completamente en el mundo del teatro siempre hubo una palabra que me persigue cual cazador a una presa: “Diletante”, le huyo desde aquellos años en los que vivía para hacer del muy querido maestro ruso Constantin Stanislavski un ejemplo de vida y la fuente de todo lo que debía ser verídico y vivo en el teatro (Obviamente ya no es de ese modo), hasta que por fin me di cuenta a pesar de muchas personas pero sobre todo a pesar de mi mismo que sin lugar a dudas he sido y todavía soy un “Diletante”, un simple aficionado del teatro... pero sigo huyendo.
Como expuse en el primer artículo que escribí para este blog, esta es la principal característica de nuestro teatro. Desde esta plataforma y desde muchas otras he intentado luchar frente a frente contra este hecho, afortunadamente no he estado solo, cada uno de mis compañeros en este arte, de mi propio colectivo, de otros grupos y asociaciones culturales lo han hecho a su modo, pero luego de algunos años me doy cuenta que el trabajo no está muy distante del punto en el que comenzamos.
La Llamas que Nacen.
Cada generación de actores cusqueños se puede ver una o dos personas jóvenes que destacan por sobre las demás por su estupendo talento en las tablas, talento al momento de crear, de ensayar y de presentarse, roban suspiros a nuestra todavía no bien preparada audiencia, logran conseguir elogios de los críticos más agudos, generan discordias entre grupos por hacerse de su talento y por supuesto generan el comentario “Él o Ella lograran que el teatro sea más profesional”.
Sin embargo al paso de algunos años, o incluso en pocos casos meses, el talento del actor inevitablemente se extinguió como una llama que no se alimento.
Durante los 8 años que vengo estudiando al Teatro (como fenómeno e intentado investigarlo también en la práctica, validando procesos y a veces tomando riesgos innecesarios, sin ningún temor de equivocarme) siempre entendí que el hecho de vivir de este oficio es (a sido y será) casi imposible en esta ciudad y esta realidad es la gran causante de la muerte de nuestras grandes promesas.
Recordemos que la mayoría de teatristas son estudiantes de nivel superior o profesionales en campos distantes al arte que le dan su tiempo libre a la práctica teatral, son muy pocos (yo incluido) los que llegan a vivir de la practica no sin pagar el precio de convertir su practica en un producto de compra y venta.
Atribuí la necesidad de trabajar y ganar dinero como la principal causante de que nuestros talentos teatrales se extinguieran, de pronto Fulano había conseguido un trabajo en una empresa, Mengana necesitaba terminar sus estudios, Zutano(a) había conocido a alguien especial que demandaba más tiempo de el(la). De este modo he escuchado muchas escusas de numerosas personas (incluido yo por supuesto) que hasta cierto punto reforzaban estas atribuciones previamente expuestas.
Pero luego de buscar romper esta cadena de frustraciones y trabajos inconclusos, pude entender cuál es el real motivo del suceso que es la razón de este artículo, ¿Por qué se extingue la llama?
¿Por qué se extingue la llama?
Podríamos decir que lo que la extingue cual chorro de manguera de bombero es la falta de “Técnica” y no estamos hablando de la técnica formativa del actor, estamos hablando de esa “Técnica” que lleva al actor del tan temible diletantismo al “Profesionalismo” y posteriormente a la “Maestría”.
no tenemos maestros en el teatro cusqueño, aunque durante años muchos se ha denominado de esta forma.
Podríamos decir que lo que la extingue cual chorro de manguera de bombero es la falta de “Técnica” y no estamos hablando de la técnica formativa del actor, estamos hablando de esa “Técnica” que lleva al actor del tan temible diletantismo al “Profesionalismo” y posteriormente a la “Maestría”.
no tenemos maestros en el teatro cusqueño, aunque durante años muchos se ha denominado de esta forma.
Como señalaba el gran maestro Grotowski durante su juventud, escénica no cronológica, el actor tiene una llama interna, un talento descollante que lo hace brillar y ser venerado por muchos, crea con más facilidad que nadie, su presencia escénica es inmejorable, su entendimiento de las situaciones escénicas y sus elementos es la mejor, pero de pronto un día todo eso desaparece sin motivo aparente, es como si un alma hubiera venido del mas allá a robar tan especial don.
Ese don se agota y la persona que lo poseía queda frustrada(o) y termina manteniéndose en la práctica teatral sin gran éxito o dejándola, esto último es lo que normalmente ocurre, este actor se pregunta a donde se fueron todas aquellas ideas y toda la pasión que lo hacían tan especial.
El mismo maestro polaco descubrió que esta llama del talento se extingue por una sola razón: “Este actor no hizo su trabajo”, durante este periodo de gracia no desarrollo una “Técnica” personal y sobre todo rigurosa que lo haga estar en constante progreso en su arte y le permita encontrar y superar nuevos retos.
No voy a hablar sobre el contenido de esta técnica porque este depende mucho del modo de entender el teatro, pero puedo decir sin temor a equivocarme que esta distante de los sistemas, métodos y psicotécnicas naturalistas, y aun más distante que las seudo-propuestas de teatro físico, estoy también seguro que no tiene nada que ver con la razón o la psicología.
El mismísimo Peter Brook, se dio cuenta de esto en sus trabajos iníciales señalando la importancia de superar las limitaciones del actor, no mediante engaños mentales sino mediante cierto tipo de experiencias que trasciendan la mente, el cuerpo y que lindan con lo sagrado, tanto para él como para Grotowski, la construcción de personajes no era más que un modo de encontrar mas y mas clises para el actor.
En Busca del Maestro. Llevando el tema a nuestra realidad puedo concluir que la desaparición de nuestros talentos se debe a que la mayoría de nuestros actores se intimida ante la pregunta que inevitablemente se presenta en cierto punto del desarrollo de la práctica del arte de las tablas: ¿Por qué hago teatro?
La mayoría de respuestas dicen que el teatro termina siendo un hobbie, otros prefieren posponer la respuesta hasta que se olvidaron que se la preguntaron. Ambas respuestas no son más que el reflejo de un miedo o mejor dicho un pánico a la posibilidad de fracasar en el mundo del arte, este pánico inmoviliza, asesina el talento y lo termina de extinguir, al no responder sinceramente esta pregunta la voluntad de nuestros actores flaquea y sin ella no puede nacer una nueva “Técnica”, es necesario aclarar que esta pregunta no tiene una solo respuesta sino que es una de esas preguntas que se responde a diario en cada día de creación, ensayo y presentación.
Las malas respuestas están ligadas íntimamente al hecho de que no hay “Maestros” de teatro en el Cusco, no existe aquel director que enamore al actor lo suficiente como para que este sea capaz de detenerlo todo y comenzar un viaje sin retorno y con destino a un probable fracaso económico. Si el Cusco tuviera un solo maestro los actores llevarían su talento al siguiente nivel en lugar de agotarlo.
Continuaremos buscando un maestro para encender la llama y avivarla, avivarla hasta causar un incendio que queme todo lo antes visto, para crear autentico teatro, teatro profesional.
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